La paz con mirada de mujer
En el marco del 5° aniversario del Acuerdo de Paz destacamos los testimonios de 5 mujeres constructoras de paz que son referente para las comunidades.
En algo coinciden todas: quieren construir paz desde el territorio y abrir caminos para que las mujeres sigan siendo protagonistas de la reconciliación. Ellas son defensoras de derechos humanos, víctimas del conflicto, lideresas sociales, estudiantes, excombatientes y maestras. Hoy, en el marco del 5° aniversario del Acuerdo de Paz, desde la Misión de Verificación de las Naciones Unidas en Colombia, destacamos estas historias diversas.
“Las mujeres en el país han estado por décadas al frente de la lucha incansable por la paz. Nadie mejor que ellas conocen de primera mano el impacto del conflicto y también del valor de la paz como único camino. Nunca se han rendido y siguen trabajando por una paz donde ellas estén al centro y que sus voces sean reconocidas como constructoras de paz”, explica Devanna de la Puente, asesora de Género de la Misión de Verificación de la ONU en Colombia.
Con las historias de Mariela, Yolanda, Patricia, Andrea y María Isabel, relatamos hoy la paz con mirada de mujer.
Mariela, la maestra de Llano Grande
De los 23 años que tiene trabajando como maestra rural, Mariela López tiene un triste registro: cerca de dos décadas lo ha hecho en medio de la guerra, como víctima del conflicto. Hoy, al cumplirse 5 años del Acuerdo de Paz entre el Gobierno y las FARC-EP, su apuesta es la de promover la reconciliación en las aulas. Lo hace en la Institución Educativa Madre Laura, ubicada en la vereda Llano Grande, en Dabeiba, Antioquia, donde se encuentra un antiguo Espacio Territorial de Capacitación y Reincorporación, AETCR.
Mariela López pasó de tener 17 niños a cerca de 80 en la escuela de la vereda Llano Grande, en Dabeiba, Antioquia
“Después de que nos dimos cuenta que Llano grande iba a ser zona veredal, nosotros pensamos: Dios mío, pero cómo va a ser Llano Grande, en qué se va a convertir… Cómo iba a ser la convivencia de mis estudiantes que son el cien por ciento víctimas del conflicto armado y ¿sabe que fue lo que nosotros hicimos? banderas blancas”, dice.
El primer encuentro con los excombatientes de Farc no fue fácil después de dos desplazamientos forzados, el asesinato de su esposo y la pérdida de varios de sus estudiantes por razones del conflicto. Ese día corrió hasta el pueblo y se puso a llorar.
“¿Cómo hago yo para hablar de paz?”, se preguntó Mariela. “Si yo no he perdonado y si no perdono pues la que me estoy haciendo daño soy yo. y yo dije no, esta no es la actitud que puedo tener, tengo que cambiar esta actitud, tengo que estar preparada, tengo que estar fuerte para ese momento y dije que no quiero que ninguna familia en Colombia viva lo que yo viví y desde hoy voy a aportar lo que sea para que el proceso de paz se dé y para que en Llano Grande se viva la reconciliación”, relata.
“Pensábamos que los excombatientes eran personas agresivas pues por lo que uno había vivido. Pero al ellos llegar aquí yo pienso que no son tan malos, yo digo que también, voy a pedir disculpas por lo que voy a decir, yo digo que muchos de ellos también son víctimas”, añade.
En Llano Grande, hace 5 años, solo 17 niños y niñas iban a clase. Hoy lo hacen cerca de 80, hijos de víctimas del conflicto, excombatientes, campesinos y de la fuerza pública.
“Al ver que el proceso educativo los va mejorando, los va cambiando la forma de pensar, de actuar, que las cosas no se pueden arreglar a las patadas y los puños sino que se arreglan hablando. Yo digo que eso me hizo más fuerte y me hizo saber de qué realmente estaba hecha Mariela y que realmente sí soy maestra”.
Ledys, de la selva a Medellín
Ledys Restrepo empezó su proceso de reincorporación en el antiguo espacio de Vidrí, en los límites entre Antioquia y Chocó. Luego de participar en el Mecanismo de Monitoreo de Verificación y del cierre de este espacio, se trasladó a Medellín.
Ledys Restrepo hace parte del grupo de 32 mujeres que emprendieron el Mercado Construyendo Paz, en Medellín.
Después de muchos años en la selva, la mujer pudo abrazar a su madre, hermanos, tíos y a su hija. Ahora, en la ciudad, lidera un proceso de empoderamiento de las mujeres. “Es empezar uno como esa etapa como se dice a la visibilización, a que nos vean, a que somos firmantes y le apostamos a la paz y lo que queremos es una Colombia como se dice en paz”, comenta.
“A estos cinco años se ha transformado porque cuando uno llega, llega como más oculto, y a medida que va avanzando ya tenemos cooperativa, tenemos mercado, tenemos otros proyectos que van, otras iniciativas que ya están en su etapa de desarrollo”.
Llegué a la ciudad a finales de septiembre de 2017 y empezó a buscar a las mujeres. “Veníamos de muchas regiones del país y nos reunimos y dijimos vamos a seguir apostándole a la paz y vamos a empoderarnos como mujeres y empezamos una lluvia de ideas de cosas que podríamos hacer. Y eso fue tan impactante vernos todas en la casa de la reincorporación”, agrega Ledys.
Explica que aparte del mercado de las mujeres está en su etapa de formulación un proyecto de turismo y una panadería con enfoque comunitario. “Entonces mire que la vida ahora después de estos cinco años nos ha dado un giro. Nos ha dado una vuelta a todas, ¡eso es una felicidad!”.
En cinco años se ve como una mujer con un proyecto de vida. “Que tanto en la parte urbana como en la parte rural, la gente ya haya entendido este conflicto y nos acoja a todos los firmantes de paz cómo acogen los que hay en esta sociedad, que nos vean igualmente sin indiferencia.
María Isabel, un canto de sanación
María Isabel Palacio, víctima del conflicto, canta para sanar las heridas.
Las cuerdas vocales se afinan y se van mezclando los distintos tonos. No importa el pasado. Ahora son una sola voz sin distinguir si se fue víctima o victimario. Todos y todas están listas para cantar, “Para la guerra nada”, de Marta Gómez.
Eso se logra en el Coro Reconciliación de la Orquesta Filarmónica de Medellín donde María Isabel Palacio, representante de la Mesa de Víctimas de Itagüí, Antioquia, es una de las 30 voces que se unen cada semana, o cuando el tiempo lo permita, para entonar cantos de reconciliación, con canciones clásicas o ritmos colombianos.
Después de vivir el exilio y de sentir que el conflicto podía arrebatarle la vida, la música ha sido su salvación al regresar a Antioquia. Canta con excombatientes de Farc y con otras víctimas como ella. A medida que lo hace, relata que siente una “liberación”.
“Desde la primera clase yo sentí que mi alma comenzó a moverse. Los sonidos musicales me permitieron reconocerme, sacaron de mi ser un dolor, una angustia, algo que me acompaña”, expresa.
Hoy , 5 años después de la firma del Acuerdo de Paz, dice que tiene esperanza. “Yo que antes me negué a creer en el Acuerdo de paz, hoy quiero creer en él, quisiera que todas las víctimas cantarán para que se permitan una liberación de vida y una transformación porque es muy importante transformarnos”, indica.
“Nos hemos vuelto hombres fuertes, mujeres conocedoras, mujeres tejedoras, nosotros tejemos, tenemos un tejido social, acompañamos a las mujeres de muchas formas, hemos ido proyectando en ellas una transformación de vida que es importante, entonces es como en tu disponibilidad verdadera, franca, con amor con respeto a acompañar el otro”, agrega.
Andrea, volver a nacer
Andrea Cañaveral tiene en mente ser profesional.
Andrea Cañaveral inició su proceso de reincorporación en la zona veredal de Tierra Grata, en Cesar, y de allí se trasladó al Antiguo Espacio Territorial de Capacitación y Reincorporación de La Plancha, en Anorí, Antioquia. Ahora su meta es graduarse como profesional, porque cuando ingresó a la guerrilla cursaba el noveno grado de bachillerato.
En La Plancha apoyó un proyecto de apicultura con “Miel de la Montaña” y ahora en Medellín, sueña con trabajar por los derechos de las mujeres en distintos proyectos de género.
“El momento más grato al volver a la ciudad fue el haberme encontrado con mi familia, mi hermana, mi mamá, mi sobrino, pues mi núcleo familiar para mí fue lo más bonito y lo más grato en todo este proceso. Es muy reconfortante saber que llegó después de siete años de haber estado en filas. Encontrarlos, eso ha sido lo más bonito”, expresa.
Para Andrea, el proceso de reincorporación tiene muchos altibajos emocionales. “Pero también me ha permitido ir encontrando mi propia paz”. Luego de 5 años lejos de las armas, celebra vivir en Medellín con su familia. “Luego de la firma del Acuerdo y ahora que regreso a la ciudad, vuelvo a nacer. Como persona me ha ayudado mucho este proceso de reincorporación a ser mucho más humana, mucho más sensible al dolor del otro; entiende uno muchas cosas y se abre también a la empatía, se abre también a la paz”, expresa.
Destaca que las mujeres avanzan en cierta sororidad. “Es muy diverso lo que la mujeres reincorporadas vivimos luego de la firma del Acuerdo; encontrarnos con otras mujeres, mujeres estudiantes, mujeres indígenas, mujeres obreras y para nosotras es muy enriquecedor encontrar esa otra visión de esas otras mujeres sobre el mundo o sobre la vida misma. Otra cosa también muy importante y que resaltar es que las mujeres podemos participar de otros espacios”.
Yolanda es negra y es colombiana
Yolanda Perea insiste en que Colombia necesita un país en paz que le permita vivir la alegría de sus hijos.
“Soy un ser humano que está orgullosa de tres cosas: ser mujer, ser negra y ser colombiana”. Con estas palabras Yolanda Perea, víctima de violencia sexual en el marco del conflicto armado, y lideresa social, invita a reflexionar sobre los derechos de las mujeres afrocolombianas 5 años después de la firma del Acuerdo de Paz.
Oriunda de Riosucio, Chocó, madre de dos hijos, promueve el empoderamiento y la resiliencia, en memoria de su madre María Ricardina Perea, la cual le fue arrebatada por el conflicto. Por eso insiste en que prefiere siempre la paz a los dolores de la guerra.
“Yo no puedo cambiar lo que soy, yo soy un ser humano, fui violentada brutalmente y ahora lo que estoy viviendo, es que lo a que mí me pasó no quiero que a nadie más le pase, por eso es importante el Acuerdo de Paz para mí, como Yolanda, y que siempre lo he dicho, que prefiero un acuerdo imperfecto y no una guerra en permanencia y desde ahí levanto la voz con otros y otras”.
Una de sus palabras favoritas es “juntanza” y por eso a través de distintas actividades, promueve estrechar lazos. “Lo que hicimos fue rejuntarnos y de ahí empezar por medio de la tela a escribir, pintar, tejer, y que esto pudiera ser un proceso de recuperación emocional. Entretrenzamos cada día esa esperanza de que el día de mañana va a ser mejor y va a ser mejor porque cada uno y cada una está aportando ese granito de arena para construir un país mejor y en paz”.
Ella con sus trenzas de colores, invita a rodear el Acuerdo de Paz. “Para mí eso es lo importante del acuerdo de paz por eso lo defiendo, lo seguiré defendiendo, sé que esto me causa muchas amenazas, pero creo que mis hijos y mis hijas merecen un país mejor, más equitativo, igualitario y en paz. Mis compañeras merecen verdad y justicia y sobre todo garantía de no repetición”.
Por Elizabeth Yarce Ospina
Oficial de Información Pública- Regional Medellín
Misión de Verificación de la ONU en Colombia.
Fotografías: Susana Molina.