Solidaridad, trabajo y compromiso, los sueños de las Wayúu por un futuro mejor
18 diciembre 2020
- Hablar de los Wayúu es hablar de una gran familia, “para nosotros no existen fronteras, estas han sido impuestas geográficamente, pero para los saberes y la cultura indígena no existen” así lo afirma Fidelia Pana, una mujer de 62 años que ha sido de todo un poco en su comunidad.
Fidelia no ha estado en otro lugar, su corazón y su trayectoria han sido siempre guajiros, Wayúu. Es maestra, agricultora y lideresa comunitaria en Guayabal, una comunidad ubicada en el municipio de Uribia, La Guajira.
Ha tejido (literalmente) su ancestralidad. Para Fidelia, como para las niñas Wayúu, la vida inició desde muy temprano, hilando su cultura en la ranchería. Para este pueblo indígena son las mujeres quienes desde tiempos ancestrales han llevado las riendas de su cultura, que se ha expandido por la península de La Guajira.
Su territorio es la escuela y ellas las maestras. “Las mujeres Wayúu tenemos una tarea con la comunidad y un compromiso con la vida” expresa Fidelia, madre, abuela y matrona; con cariño ha dado acogida a aquellos familiares que habían migrado y a otros que no conocía, pero que igual siguen siendo familia.
“Somos hijas de la araña” y por eso no solo tejemos mochilas, chinchorros y manillas, tejemos lazos de unión al interior de nuestras familias y comunidad. “Somos un solo pueblo, un solo legado” y esta es la razón más fuerte para dar la bienvenida a nuestros hermanos.
Desde que dio inicio el proceso migratorio de la población venezolana, La Guajira ha recibido aproximadamente 150.943 personas y la mayoría se han reubicado en las rancherías. Esta situación ha superado las posibilidades productivas y medios de vida, que ya de por sí, eran precarias.
Por fortuna, y hablando particularmente de los habitantes de El Guayabal, sus medios de vida en la producción agropecuaria ya venían mejorando, gracias a un proceso adelantado con apoyo de la FAO a partir de la siembra de especies resistentes a la sequía, la habilitación de pozos de agua y la orientación del cuidado veterinario.
Enseñanzas que han seguido replicando con quienes migran de Venezuela y llegan a Colombia en busca de nuevas y mejores oportunidades. “Muchos no sabían cómo sembrar, y mucho menos, cómo cuidar de los chivos, pero aquí les hemos enseñado y ahora son quienes guían y enseñan a otros”, con orgullo y alegría narra Fidelia.
La situación, aunque compleja ha tenido solución. Pues como dice el proverbio “donde come uno, comen dos” y esto aplica para los Wayúu, y es quizás esta generosidad y solidaridad, la que los hace más fuertes. Claramente el reto de alimentar a más personas es una tarea que es más fácil de resolver cuando se hace en comunidad.
Y sobre el sentir de quienes llegan…
“Con mucho dolor por lo que quedó y se perdió, siempre hay que mirar al frente y soñar con un futuro mejor, porque si perdemos la esperanza, se nos va la fuerza para vivir”. Fue un largo camino para llegar hasta allí, pero para Alina Arieta, una mujer Wayúu que retornó a Colombia no se arrepiente de haber dado el paso de vuelta a este nuevo capítulo de su vida.
Alina, que nació en Colombia, regresó a La Guajira tras haber vivido en Venezuela durante 30 años. Recuerda su vida allí, donde tenía un negocio y vivía cómodamente hasta que llegó la crisis. “Decidimos salir de Venezuela por las razones que todo el mundo conoce, por la situación económica actual allí… Por eso decidimos dejar Venezuela, y por eso ahora estoy de regreso en Colombia”.
Alina, sus hijos y nietos llegaron a Montelara, en el municipio de Maicao, donde a la vida gracias, tenía familiares que no dudaron en darles la bienvenida. Y aunque tuvieron que reorganizar sus costumbres, el haber regresado “a casa” ha sido el mayor alivio en los últimos años.
Pronto se dieron a la tarea de buscar integrarse en las actividades productivas, y fue así como llegaron a vincularse en uno de los cursos de capacitación de la FAO, donde aprendió técnicas agrícolas fundamentales: labrar la tierra, sembrar yuca, fríjoles y frutas como el melón. “El apoyo de la FAO ha sido un soplo de aire fresco”, afirma.
Hoy gozan de la posibilidad de alimentarse con el fruto de su trabajo en las labores agropecuarias y con lo que la tierra generosamente les brinda. Alina participa también en las tardes de tejido para hacer lo que más les gusta a las mujeres Wayúu.
“Esos encuentros para tejer nos dan no solo un ingreso adicional a partir de las artesanías, nos alimentan el alma y la posibilidad de construir en conjunto, en comunidad”. Es alrededor del tejido que se estrecha la hermandad, se hacen nuevas amigas y surgen nuevas ideas para seguir mejorando así su vida, la de sus familias y la del pueblo Wayúu.
Las mujeres indígenas, poseedoras de grandes conocimientos y experiencias, son protectoras y cuidadoras, una labor en la que siempre está presente la solidaridad, como pilar de construcción y crecimiento de sus comunidades.
Hoy, la campaña “Mujeres Rurales, Mujeres con Derechos”, en conmemoración del Día Internacional del Migrante y el Día Internacional de la Solidaridad, se suma al llamado de hacer de la migración una elección y no una necesidad, para que esta sea una “Migración segura en un mundo en movimiento”, en la que los derechos humanos y la igualdad de género sean incluidos como elementos centrales de los programas y las políticas.
Superar las adversidades requiere de la suma de esfuerzos, de la solidaridad, de encontrar y brindar apoyo. Algo de lo que las mujeres campesinas, indígenas y afrodescendientes, saben muy bien, pues son ellas quienes asumen el rol protector y vigía del cuidado, rol que se incrementa en condiciones mayores de vulnerabilidad, como la migración.
La Campaña “Mujeres Rurales, Mujeres con Derechos” liderada por la FAO, y que en Colombia cuenta con más de 20 aliados entre instituciones, organizaciones de sociedad civil, ONGs y cooperación internacional, busca empoderar a las mujeres rurales, promotoras del desarrollo y a la vez quienes sufren la vulneración de sus derechos en mayor proporción.
Hace un llamado a generar alianzas en favor de las mujeres rurales, creando ambientes protectores y mayores oportunidades para ellas.