Desde mi perspectiva “los diálogos comunitarios me dieron fuerza. Me dieron ganas de vivir”
Katerine Ortega tiene 21 años y es migrante venezolana.
A pesar de los retos que representa ser una mujer migrante, ella le apuesta a la integración entre mujeres colombianas y venezolanas desde el Movimiento de Mujeres lideresas Venezolanas en Cartagena. Ella es una de las más de 1000 lideresas venezolanas y colombianas que han participado en los Diálogos Comunitarios, una de las acciones de ONU Mujeres en el marco del proyecto “protección, integración y empoderamiento de las mujeres en contextos migratorios en Colombia”, apoyado por la Oficina de Población, Refugiados y Migración del Gobierno de los Estados Unidos, PRM.
"Llegar a Colombia siendo migrante no es nada fácil. Imagínese teniendo 19 años y cinco meses de embarazo, que fue mi caso. En el 2019 empecé a vivir en Cartagena en el barrio “El Pozón”, uno de los barrios más vulnerables en esta ciudad. Ahí hay mujeres que viven muchas violencias basadas en género; en la mayoría de los casos sus esposos y las familias las reprimen cuando no hacen el trabajo del hogar, como si fuera lo único para lo que nacimos las mujeres.
Además de esto, conseguir trabajo fue muy complicado. Yo no tenía papeles ni documentos, me había venido desde Zulia con mis tres hermanas menores y mi mamá, y mucha gente me despreciaba por mi acento. A decir verdad, trataba de quedarme callada, era muy insegura, intentaba que la gente no me notara mucho.
Así fue pasando el tiempo hasta que conseguí un trabajo como recepcionista en un hotel. Fueron momentos muy retadores porque tenía que esconder mi embarazo por temor a que me despidieran de mi trabajo, en el que estaba casi 14 horas al día. Hacía de todo para que no se me notara la barriga, hasta que llegó el día que mi jefe se dio cuenta y me despidió.
Fue un sacudón para mí. Fue muy duro conseguir un trabajo. En todo ese proceso llegué al Movimiento de Mujeres Lideresas Venezolanas en Cartagena. Por primera vez en mi tiempo en Colombia me sentía acompañada, conociendo historias de otras mujeres como yo. Mujeres valientes que lo dejaron todo por conseguir una estabilidad que no tenemos en nuestro país.
Fue a través de este movimiento que llegué a los Diálogos Comunitarios de ONU Mujeres. Al principio comencé como una participante, quería ver de qué se trataba. De las primeras cosas que me sorprendieron fue saber que como mujer migrante tenía derechos. Yo no sabía qué hacer si me discriminaban, si tenía que ir alguna cita médica o si quería legalizar mi situación migratoria.
Katerine durante una de las actividades realizadas en el barrio El Pozón. Crédito: Universidad del Norte
Durante los diálogos recibí varias cartillas y folletos con esta información. Así mismo, formé alianzas con otras lideresas venezolanas y de comunidades de acogida, con quienes he venido trabajando en procesos de formación a mujeres que están en riesgo de ser víctimas de violencias basadas en género.
Estos espacios fueron claves para aprender sobre mis derechos y sobre las experiencias de otras lideresas; uno de ellos fue la campaña virtual “tú no estás sola, cuentas conmigo”, que fue fundamental para la movilización social de incidencia en el territorio donde estoy.
Con estas experiencias y aprendizajes, me di cuenta que podía empoderar a otras mujeres del Barrio El Pozón. Al principio no fue fácil porque uno no puede llegar como si nada a hablarle a otras mujeres sobre cómo prevenir la violencia. El proceso de diálogos comunitarios y mi propia experiencia me permitieron ponerme en sus zapatos, hacerme amiga de ellas y ahí sí comenzar un proceso de sensibilización.
He podido capacitar a las mujeres migrantes del Barrio el Pozón en temas de violencias basadas en género, rutas de atención en salud para migrantes, derechos sexuales y reproductivos, entre otros. Puedo decir que he ido creando una red de mujeres al interior de mi barrio que antes no existía.
Hoy me sorprendo de lo lejos que he llegado. Al llegar a Colombia fui sobre explotada laboralmente, no sabía que como mujer embarazada migrante también tenía derechos en este país y sobre todo me sentía sola; había dejado todo atrás por un mejor futuro. Hoy sonrío porque me siento empoderada, siento que tengo la información adecuada para ejercer mis derechos como mujer migrante y, sobre todo, cuento con una red de apoyo de lideresas colombianas y venezolanas que me demuestran que la integración es la clave.
Después de los diálogos comunitarios y mi experiencia con las Mujeres Lideresas Venezolanas en Cartagena, volví a tener fuerza, me dieron ganas de vivir”