A Fermín y a su familia contar con una letrina les cambió la vida

En el municipio de Manaure, La Guajira, se encuentra la comunidad rural de Elepelio, la cual está a hora y media desde Riohacha.
La comunidad está conformada por rancherías donde habitan siete familias. El agua siempre ha sido escasa y de difícil acceso, y tampoco hay baños a la vista. En las familias Wayúu todas las personas, grandes y chicas, caminan monte adentro entre los cactus de diferentes alturas y la presencia de chivos y serpientes para encontrar un poco de privacidad, un espacio para orinar y defecar lejos de la vista de todos.
¿Y qué significa no tener un baño? La correlación entre la aparición de enfermedades prevenibles y la falta de acceso a servicios de agua, saneamiento e higiene ha significado generacionalmente que los niños y niñas menores de cinco años corren riesgos asociados a su salud. Hacer sus necesidades a campo abierto se traduce en la presencia de moscas y contaminación fecal a fuentes de agua cercanas: es decir, mayor incidencia de diarreas y enfermedades respiratorias que, sumadas a las distancias y los escasos recursos para llegar a un centro de salud cercano, han significado la muerte de muchos niños y niñas pese a los conocimientos y saberes ancestrales de la medicina de estas comunidades.
Pero caminando por Elepelio, de la tierra sale una casa más pequeña que las demás, con una fachada pintada de blanco y un sistema de lavado de manos con agua y jabón externo conocido como tippy tap. Sí, se trata de un baño: una letrina seca que, además, fue construida por un miembro de esta misma comunidad.
“Aprendí a construir el baño, tiene un metro [dice Fermín, señalando al diámetro del suelo], y dos metros de profundidad. Corté un palo para el anillo, para que no se derrumbe la tierra. Puse madera, para echar barro, para poner la tapa, son 30 centímetros para poner la taza”, cuenta seguro y sonriente este padre de familia de 28 años.

“Los que usamos ese baño somos cinco; mi mujer, mis hijos (de 6, 5 y 2 años, dos niños y una niña) y yo; la familia. Pensé ese baño porque es importante para nosotros; para nuestra privacidad, para prevenir enfermedades”, agrega. “El proyecto que llegó fue de UNICEF y Fundación Halü, anteriormente yo no pensaba eso, tener un baño, pero ya gracias a ellos ya tenemos nuestro baño, una letrina seca con borra de café (el residuo que queda de filtrar el café) y ceniza”, explica. Para el uso de las letrinas secas se suele utilizar la ceniza y otros materiales fáciles de conseguir para evitar olores y la aparición de moscas al interior.
Gracias al financiamiento de la Fundación Baxter, personas como Fermín recibieron una serie de talleres donde se habló de los beneficios para la salud de contar con un espacio sanitario para hacer las necesidades. Todo esto, como parte de una estrategia conocida como Saneamiento e Higiene Total Sostenible (SAHTOSO), utilizada en este proyecto, liderado por UNICEF con la Fundación Halü como socio implementador, que busca que en un lapso de tres años Manaure llegue a ser el primer municipio certificado como libre de defecación a campo abierto en Colombia. Un primer paso es que personas como Fermín sean testigo vivo de que es posible construir un baño con materiales propios, combinando conocimientos nuevos con los ancestrales y la construcción tradicional de las rancherías Wayúu.
“El primer día que viene el proyecto a dar la información y explicación, yo pensé en seguida en intentarlo… comencé excavando, hasta que alcancé la profundidad, luego coloqué la madera, y así. Es importante para nosotros, para mis hijos y para mi mujer”, cuenta. Pero, además, Fermín encontró un sentido social en cuanto al momento de recibir visitas: “Si nos visita alguien de la comunidad ya tenemos este espacio para las mujeres, sobre todo, así como la visita y acompañantes”.
Para usar una letrina seca, Fermín cuenta orgulloso cómo pensó en los detalles que hacen la diferencia, incluyendo la disposición adecuada de la materia fecal para evitar los malos olores: “Yo puse una taza de cemento, tiene tapa para que no salga el olor y un respiradero”. Antes de esto, Fermín explica que la diarrea y los vómitos eran comunes: “los moscos recorren dos kilómetros... y ahora, como ya tenemos baños, estamos prevenidos de las enfermedades, gracias a esos proyectos que ya están avanzados en la comunidad. Es importante tenerlo para no salir, porque acá hay serpientes y ciempiés”. Y es que contar con letrinas secas también ha permitido una sensación de limpieza en el hogar, además de la tranquilidad de saber que los niños y niñas
no están deambulando solos y solas por el monte, buscando un espacio para sus necesidades. “Como son niños, se pueden perder porque no conocen el camino. También puede pasar que encuentren otra persona que se los lleva... no sabemos lo que les pase a los niños, se pueden encontrar con personas que los maltratan. Normalmente recorríamos hasta dos kilómetros... sí salíamos a pastorear, pues ahí mismo hacíamos. Los niños en cualquier lado hacen porque ellos no tienen baños. También cuando llueve salen muchos animales. Cuando alguien está enfermo y no puede salir, le toca hacer en una bolsa y luego sacarla”, cuenta.
Para Fermín, la esperanza es que ahora otras comunidades de Manaure se animen a replicar el ejercicio. Actualmente, más de 15 familias se están uniendo a este proyecto que, a través de una transferencia de conocimientos, acompaña y guía este proceso de autoconstrucción de letrinas. “Cuando yo llegue a otra comunidad, como ya tengo la experiencia, puedo dar una orientación para sumar otra comunidad al proyecto. Yo les diría que es importante para nosotros, para los niños, las madres de los niños y los adultos. Hay adultos que ya no van al monte, por su edad, y ahora yo puedo ofrecer una orientación y una solución para ellos. Cuando otras personas lleguen a la comunidad, yo puedo convencerlos sobre la importancia de la higiene y la salud. Los puedo invitar a mi casa a ver la letrina que tengo, que vean cómo se utiliza, cómo se hace”, dice Fermín.