Comunidades resilientes y autónomas: un trabajo en equipo
Historia del Programa Mundial de Alimentos WFP, en Colombia.
COLOMBIA: WFP está comprometido con las comunidades en los territorios más apartados del país para fortalecer su autonomía, su resiliencia y sus medios de vida, trabajando por la seguridad alimentaria de sus habitantes y llevando esperanza en medio del confinamiento
El Programa Mundial de Alimentos en Colombia accede a lugares donde muchos habitan en condiciones de vulnerabilidad, pero pocos llegan para asistirlos. El Medio y Alto Baudó en el departamento de Chocó es una región a la que las comunidades afro e indígenas se aferran con aprecio por su tierra, pero también con la esperanza de que podrán sacar adelante a sus familias y alcanzar sus proyectos de vida.
Hasta allí llega WFP con alimentos e insumos básicos para su nutrición, pero también con estímulos, recursos y capacitaciones para fortalecer sus medios de vida y garantizar su seguridad alimentaria. Gracias al respaldo del Fondo Central para la Acción en Casos de Emergencia (CERF, por sus siglas en inglés), WFP ha logrado apoyar a diez veredas del Medio y Alto Baudó con un total de 311 unidades avícolas entregadas a octubre de 2022. Más de 170 familias y 560 personas afrocolombianas han recibido 15 gallinas ponedoras por familia y asistencia técnica para la construcción de galpones de manera individual o en asociación con otros miembros de la comunidad.
Debido a la violencia y al reciente aumento de los precios de los insumos, múltiples poblaciones de la región se encuentran limitadas en su acceso a alimentos. El confinamiento no les permite adquirir alimentos diferentes a los producidos en sus territorios, particularmente aquellos con mayor valor proteico. En escenarios como estos, WFP acompaña a las comunidades más vulnerables con acciones que les den autonomía, les permitan garantizar su alimentación en el mediano y largo plazo y les brinden herramientas para recuperar sus medios de subsistencia.
Para Ramiro Mena, el proceso con los galpones ha sido “hermoso, bacano y chévere”. “Antes de tener el galpón nos enfocamos en la agricultura y la tierra, ahora somos muchos a los que nos gusta el enfoque de cría para producir huevos. Mi aporte en la construcción de estos galpones fue bonito porque intercambiamos manos como se hacía tradicionalmente. Entonces alguien de una familia venía y me ayudaba a mí y al otro día yo iba y le ayudaba a otra persona, con eso no nos cansábamos tanto. Por lo mismo pudimos hacerlo rápido, por la conectividad entre las familias y la comunidad.”
Nimia Solís, quien hace parte de la misma población, comenta que “las gallinas ponedoras son un beneficio porque cuando ya estén produciendo el costo de la canasta familiar se reducirá.” Su galpón lo montó con ayuda de su esposo y sus hijos, quienes estuvieron involucrados en el proceso mientras trabajaban en otras actividades de agricultura. “Me ayudaron mucho en la construcción y estuvieron ahí cuando los necesité. Ahora lo que me iba a gastar en comprar huevos, lo puedo gastar en otra cosa y ya no me preocupo más por eso.”
Por otra parte, Isaías Hinestroza comenta que la experiencia con los galpones ha sido maravillosa. “Hemos estado entusiasmados como comunidad porque todo lo que prometieron con el proyecto se ha cumplido y como campesino es una ayuda que, si le prestamos atención, se nos va a ver reflejada con beneficios. Yo vivo con mi esposa de 59 años, mi nieto y un hijo discapacitado de 35 años que los hemos podido cuidar gracias a Dios y al sacrificio de nosotros. Sabemos que con los galpones damos pasos hacia mejorar la canasta familiar, para asegurar los huevos que mucho hacen falta. Podemos a veces tener plata, pero no hay ni dónde comprar el huevo. Ahora, al prestarle atención a esos galpones será otra historia.”
Para participantes del proyecto como Leocadia Mena, a los beneficios de vivir en el campo como el contacto con la naturaleza, el río, su gente, se suma el acceso a una proteína básica. “Antes tocaba ir a Puerto Meluk a comprar un panal de huevos (caja de 30), ahora ese dinero nos va a servir porque acá tendremos los huevos y el sustento de nuestras familias.”
Finalmente, Ricauter García comenta que a su comunidad la afectan mucho los problemas de orden público. “Hemos estado confinados, nos ha tocado desplazarnos y por eso somos un pueblo que hace resistencia acá, no queremos irnos de nuestras tierras. A veces no podemos movilizarnos a otros lados para comprarlos (huevos), ahora con estos galpones nos saldrá mucho más económico y es nuestro, propio.”
Este proyecto, que ha contado con el respaldo de CERF, crea comunidad, anima al trabajo en equipo y fortalece el tejido social. Además, garantiza la seguridad alimentaria a mediano y largo plazo. Son acciones que generan sentido de pertenencia con los territorios y a las que los mismos habitantes desean contribuir para que el apoyo llegue a las comunidades aledañas, de manera que todo el territorio se beneficie.