Invertir en el empoderamiento de las mujeres es fundamental para prevenir y afrontar las violencias de género
Por: Carolina Sáenz, OCHA Colombia y Adriana Rodríguez, UNFPA
En Chocó, uno de los departamentos más afectados por el conflicto armado en Colombia, las comunidades indígenas, a menudo, se ven enfrentadas a la falta de acceso a servicios básicos, restricciones a la movilidad, así como a situaciones de desplazamiento y confinamiento. La presencia de grupos armados no estatales en la región agudiza las necesidades humanitarias de esta población. La violencia basada en género, incluyendo la violencia sexual, se suma al panorama, ya complejo, y afecta a muchas niñas y mujeres indígenas.
Como parte de la respuesta a la situación mencionada, el Fondo de Población de las Naciones Unidas -UNFPA con apoyo del Fondo Central de Respuesta a Emergencias (CERF) promueve espacios seguros que ofrecen a mujeres sobrevivientes de violencias de género, o en riesgo de vivirla, un lugar para refugiarse, dialogar y empezar un proceso de fortalecimiento con redes de apoyo y orientación.
Estos espacios son una muestra de lo que significa invertir para prevenir la violencia contra las mujeres y las niñas en todas sus diversidades. Inversión para que la violencia contra las mujeres sea eliminada es el llamado de ONU Mujeres para Únete 2023, la campaña que conmemora el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia Contra Las Mujeres, y que se extiende 16 días. Este año el tema de la campaña se concentra en la importancia de financiar estrategias de prevención para evitar que la violencia se produzca en primer lugar.
Estos espacios se encuentran acondicionados para realizar gestión de casos de VBG y atención psicosocial de forma segura y confidencial. Acompañan a adolescentes y mujeres a través de charlas, talleres y capacitaciones sobre violencias basadas en género con el propósito sensibilizar alrededor del tema -desde sus propias experiencias- y empoderarlas para que puedan prevenirla, mitigarla y conocer los servicios disponibles. En contextos de conflicto armado se fracturan los sistemas institucionales y sociales de protección o son precarios, lo que repercute en niveles de impunidad exacerbando la violencia. En estos casos, para las mujeres no resulta fácil emprender un camino en búsqueda de la autonomía, para muchas enfrentar la violencia basada en género, incluyendo la violencia sexual, se suma a la lista de dificultades y brechas de desigualdad que enfrentan en su día a día.
Participar en un espacio seguro les abre a las mujeres la posibilidad de verse junto a otras en igualdad de condiciones, de la misma manera, compartir sus experiencias en confianza y empatizar con otras historias de vida que están a su lado.
“Cuando por primera vez llegué al espacio, llegué por una violencia, otra mujer me recomendó ir. Allí recibí unas capacitaciones donde me dieron a entender que uno como mujer sufre varios tipos de violencia y yo las tenía desconocidas como mujer y que esto era un derecho que yo no sabía y que me estaban violando”, comentó Elbidelia, mujer de la comunidad indígena Embera Dóbida que participa del espacio seguro en Chocó.
Ella cuenta que compartir las experiencias de violencia con otras mujeres de su comunidad es muy difícil: “lo que pasa es que con las mujeres indígenas es muy difícil tocar el tema por lo que no hay como un espacio seguro”, explica Elbidelia, quien reconoce que no es sencillo entender el tipo de violencias que viven, compartir sus experiencias con otras personas y trabajar por cambiar la forma de pensar y de actuar.
Para las que atraviesan el dolor, la tristeza y la angustia, estos espacios les permiten resistir y encontrar caminos para seguir tejiendo esperanza y dignidad, esta vez, con otras mujeres, con aprendizajes e incluso con el apoyo para emprendimientos productivos como medio de subsistencia y de generación de ingresos para ellas y sus familias. En grupo, son capaces de romper con los ciclos de violencias.
“Cuando yo llegué no sabía tejer, no sabía hacer nada, cuando llegué allá inicié a compartir con otras mujeres que sabían tejer shakiras, entonces aprendí. Desde ahí inicié a tejer, yo las vendo, a veces me encargan y así yo fui manejando mi vida, hasta empoderarme como mujer”, narra Elbidelia.
Las mujeres persisten y resisten, pese a que en muchas ocasiones los casos de violencia son graves, ellas asumen liderazgos en sus comunidades e inciden frente a la institucionalidad, como Elbidelia, que es madre de dos hijos y se encarga ahora de que ellos conozcan los derechos de las niñas y los niños. Las mujeres se unen para contar, cada vez más, historias dolorosas con presentes alegres y transformadores. “Yo me he empoderado y me he enfocado en estos en estos temas del derecho de las mujeres y también te me he liberado bastante en el tema en que yo tengo que ser libre, a pesar de que yo tenga mi pareja, pero eso sí, respetuosamente”, puntualizó Elbidelia