Discurso del Secretario General, António Guterres ante la Asamblea General
Nueva York, 24 de septiembre de 2024, 9.00 horas
Señor Presidente de la Asamblea General:
Excelencias:
Señoras y señores:
El mundo está sumido en una vorágine.
Estamos viviendo una época de transformación sin precedentes, lo que nos obliga a afrontar desafíos inauditos, que exigen soluciones globales.
Aun así, siguen agravándose las divisiones geopolíticas y sigue calentándose el planeta.
Las guerras hacen estragos y no tenemos idea de cómo acabarán.
Por si fuera poco, hasta se verbalizan intenciones nucleares y se fabrican nuevas armas.
Nos encontramos al borde de una situación inimaginable: un polvorín que podría arrasar con el mundo.
Entretanto, 2024 es el año en que la mitad de la humanidad acude a las urnas, suceso que afectará a la humanidad toda.
Me presento ante ustedes en medio de esta vorágine convencido de dos verdades primordiales.
En primer lugar, la situación en que se encuentra el mundo es insostenible.
No podemos seguir así.
Y en segundo lugar, los problemas tienen solución.
No obstante, debemos asegurarnos de que los mecanismos internacionales de solución de problemas realmente sirvan para eso.
La Cumbre del Futuro fue un primer paso, pero queda mucho camino por recorrer.
Solo llegaremos a esa meta si nos proponemos eliminar tres importantes factores que impulsan la insostenibilidad.
El mundo de la impunidad, en el que las violaciones y los abusos ponen en peligro el fundamento mismo del derecho internacional y la Carta de las Naciones Unidas.
El mundo de las desigualdades, en el que las injusticias y los agravios amenazan con socavar a los países o incluso llevarlos al borde del abismo.
Y el mundo de la incertidumbre, en el que la falta de gestión de los riesgos mundiales pone en peligro el futuro de la humanidad de formas imposibles de prever.
Esos mundos —de la impunidad, las desigualdades y la incertidumbre— están conectados y entran en conflicto.
Excelencias:
No hay argumento político que excuse el grado de impunidad que impera en el mundo, que es intolerable desde cualquier postura moral.
Hoy día, cada vez son más los Gobiernos y otras entidades que se consideran que pueden salirse con la suya sin consecuencias.
Creen que pueden pisotear el derecho internacional.
Incluso infringir la Carta de las Naciones Unidas.
Y hacer la vista gorda ante los convenios internacionales de derechos humanos o las decisiones de los tribunales internacionales.
Hasta menospreciar el derecho internacional humanitario.
Se creen con derecho a invadir otro país, destruir sociedades enteras o despreciar por completo el bienestar de su propio pueblo.
Y nadie les pedirá cuentas.
Esta impunidad está en todos lados: en Oriente Medio, en el centro de Europa, en el Cuerno de África, por nombrar algunos.
La guerra en Ucrania sigue dilatándose y no hay indicios de que vaya a detenerse.
La población civil se lleva la peor parte, pues sigue aumentando el número de muertos y de vidas y comunidades destrozadas.
Ha llegado la hora de lograr una paz justa fundamentada en la Carta de las Naciones Unidas, en el derecho internacional y en las resoluciones de las Naciones Unidas.
Entretanto, Gaza es una pesadilla incesante que amenaza con extenderse a toda la región.
Basta con ver lo que está ocurriendo en el Líbano.
La escalada debería alarmarnos a todos.
El Líbano está al borde del abismo.
Ni el pueblo del Líbano, ni el pueblo de Israel ni el mundo todo pueden permitirse que el Líbano se convierta en otra Gaza.
Hablemos con claridad:
Nada justifica los abominables actos de terror cometidos por Hamás el 7 de octubre ni la toma de rehenes, todos actos que he condenado en repetidas ocasiones.
Tampoco hay nada que justifique el castigo colectivo del pueblo palestino.
En los años que llevo como Secretario General, jamás vi nada parecido a la velocidad y la magnitud de la mortandad y la destrucción que vienen teniendo lugar en Gaza.
Han resultado muertos más de 200 miembros de nuestro propio personal, muchos con su familia.
Y, sin embargo, las mujeres y los hombres de las Naciones Unidas siguen entregando ayuda humanitaria.
Confío en que cuento con todos los presentes para rendir un homenaje especial al UNRWA y a todo el personal humanitario que trabaja en Gaza.
La comunidad internacional debe movilizarse para promover un alto el fuego inmediato, la liberación inmediata e incondicional de todos los rehenes y el inicio de un proceso irreversible que nos encamine hacia la solución biestatal.
Pregunto a quienes siguen socavando ese objetivo con más asentamientos, más apropiaciones de tierras, más incitación:
¿Cuál es la alternativa?
¿Cómo podría el mundo aceptar un futuro con un Estado único en el que esté incluido un número grande de palestinos que no tenga libertad, derechos ni dignidad?
En el Sudán, la lucha brutal por el poder ha desatado una violencia horrorosa, en medio de la cual se han generalizado también las violaciones y agresiones sexuales.
La catástrofe humanitaria está en puertas a medida que se extiende la hambruna, pero las potencias externas siguen interfiriendo sin aunar esfuerzos para buscar la paz.
En el Sahel, la trágica amenaza terrorista se extiende con rapidez y exige una respuesta conjunta basada en la solidaridad, pero se ha disgregado la cooperación regional e internacional.
Desde Myanmar a la República Democrática del Congo, pasando por Haití y el Yemen, seguimos presenciando grados espantosos de violencia y sufrimiento humano y una incapacidad crónica para buscar soluciones.
Con demasiada frecuencia, las misiones de mantenimiento de la paz operan en zonas donde sencillamente no hay paz que mantener.
La inestabilidad que aqueja a muchos lugares del mundo es consecuencia de la inestabilidad en las relaciones de poder y las divisiones geopolíticas.
A pesar de todos sus peligros, la Guerra Fría tenía reglas.
Había líneas directas, hechos inaceptables y mecanismos de protección.
Pareciera que hoy ya no tenemos nada de eso.
Tampoco vivimos en un mundo unipolar.
Vamos avanzando hacia un mundo multipolar, pero aún no llegamos.
Nos encontramos en un purgatorio de polaridad.
Y, en ese purgatorio, cada vez son más los países que llenan los espacios de las divisiones geopolíticas y hacen lo que quieren sin rendir cuenta alguna.
Por eso es más importante que nunca reafirmar la Carta, respetar el derecho internacional, apoyar y hacer que se cumplan las decisiones de los tribunales internacionales y fortalecer los derechos humanos en el mundo.
En todos y cada uno de los lugares.
Excelencias, señoras y señores:
El aumento de las desigualdades es el segundo factor que impulsa la insostenibilidad y una mancha en nuestra conciencia colectiva.
La desigualdad no es una cuestión técnica ni burocrática.
En esencia, es una cuestión de poder que tiene raíces históricas.
Esas raíces se profundizan como consecuencia de los conflictos, la alteración climática y la crisis del costo de la vida.
Por otra parte, el mundo todavía sigue luchando por invertir el aumento de las desigualdades derivado de la pandemia.
De los 75 países más pobres del mundo, una tercera parte está hoy peor que hace cinco años.
En ese mismo lapso, los cinco hombres más ricos del mundo han duplicado su riqueza con creces.
Y el 1 % de las personas más ricas del planeta posee el 43 % de todos los activos financieros mundiales.
A escala nacional, algunos Gobiernos están potenciando las desigualdades distribuyendo enormes ventajas fiscales entre las empresas y los ultrarricos mientras escatiman las inversiones en salud, educación y protección social.
No hay nadie a quien se defraude más que a las mujeres y niñas.
Excelencias:
La discriminación y los abusos generalizados por razón de género constituyen la desigualdad de mayor prevalencia en todas las sociedades.
Pareciera que todos los días recibimos noticias de casos repugnantes de feminicidio, violencia de género y violaciones masivas, tanto en tiempos de paz como en tiempos de guerra, cuando se usan como arma.
En algunos países, se están utilizando leyes para atacar la salud y los derechos reproductivos.
Y, en el Afganistán, se están utilizando leyes para legitimar la opresión sistemática de las mujeres y las niñas.
Lamento observar que, a pesar de los años que llevamos hablando de este tema, la desigualdad de género es más que evidente, y lamento mucho tener que mencionarlo, la desigualdad de género es más que evidente en este salón.
Son mujeres menos del 10 % de quienes se dirigirán a la Asamblea en el debate general de esta semana.
Eso es inaceptable, sobre todo cuando sabemos que la igualdad de género promueve la paz, el desarrollo sostenible, la acción climática y mucho más.
Ese es el motivo por el que adoptamos medidas concretas para lograr la paridad de género en el personal directivo superior de las Naciones Unidas, objetivo que ya se ha cumplido.
Es factible.
Exhorto a las instituciones políticas y económicas de todo el mundo que están dominadas por hombres a que también hagan lo propio.
Excelencias:
Las desigualdades mundiales se reflejan y se refuerzan incluso en nuestras propias organizaciones internacionales.
El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas fue creado por los vencedores de la Segunda Guerra Mundial.
En esa época, la mayor parte de África seguía bajo dominio colonial.
A día de hoy, África todavía no tiene un puesto permanente en el principal órgano de paz del mundo.
Eso es algo que tiene que cambiar.
Al igual que la arquitectura financiera mundial, creada hace 80 años.
Felicito a la dirección del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional por haber tomado medidas importantes en ese sentido.
No obstante, como recalca el Pacto para el Futuro, para eliminar las desigualdades hay que acelerar la reforma de la arquitectura financiera internacional.
En los últimos ocho decenios, la economía mundial creció y se transformó.
Las instituciones de Bretton Woods no le siguieron el ritmo.
Por tanto, ya no representan la red de seguridad mundial ni ofrecen a los países en desarrollo el grado de apoyo que tanto necesitan.
En los países más pobres del mundo, el pago de los intereses de la deuda ahora cuesta más, en promedio, que las inversiones en educación, salud e infraestructura pública combinadas.
En todo el mundo, está retrasada la implementación de más del 80 % de las metas de los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
Excelencias:
Volver al camino correcto requiere un aumento de la financiación para la Agenda 2030 y el Acuerdo de París.
Esto implica que los países del G20 lideren un estímulo para los Objetivos de Desarrollo Sostenible de 500.000 millones de dólares al año.
Implica reformas para aumentar sustancialmente la capacidad de préstamo de los bancos multilaterales de desarrollo y permitirles ampliar masivamente la financiación asequible a largo plazo para el clima y el desarrollo.
Implica ampliar la financiación de contingencia mediante el reciclaje de los derechos especiales de giro.
E implica promover una reestructuración de la deuda a largo plazo.
Excelencias:
No me hago ilusiones sobre las barreras a la reforma del sistema multilateral.
Los que tienen poder político y económico, y los que creen tenerlo, son siempre reacios al cambio.
Pero el statu quo ya está agotando su poder.
Sin reformas, la fragmentación es inevitable, y las instituciones globales perderán legitimidad, credibilidad y eficacia.
Excelencias:
El tercer factor que impulsa la insostenibilidad del mundo es la incertidumbre.
Las reglas cambian todo el tiempo.
La ansiedad está por las nubes.
Y los jóvenes, en particular, cuentan con nosotros y buscan soluciones.
La incertidumbre se ve agravada por dos amenazas existenciales: la crisis climática y el rápido avance de la tecnología, en particular de la inteligencia artificial.
Excelencias:
Nos encontramos en pleno colapso climático.
Ni las temperaturas extremas ni los incendios descontrolados ni las sequías ni las inundaciones catastróficas son desastres naturales.
Son desastres humanos, potenciados cada vez más por los combustibles fósiles.
Ningún país está exento de sus efectos, pero los más afectados son los más pobres y vulnerables.
Los peligros climáticos están drenando el presupuesto de muchos países africanos, a los que les cuesta hasta el 5 % del producto interno bruto todos los años.
Y eso es solo el principio.
Vamos camino de superar el aumento máximo de la temperatura mundial de 1,5 grados.
Así y todo, a medida que empeora el problema, mejoran las soluciones.
Se están desplomando los precios de las energías renovables, se está acelerando su implantación y la energía limpia, asequible y accesible está transformando vidas.
Los recursos renovables no solo generan energía, sino también empleo, riqueza y seguridad energética, y ayudan a millones de personas a salir de la pobreza.
Pero no puede ser que los países en desarrollo queden saqueados en ese proceso.
El panel de las Naciones Unidas sobre los minerales esenciales ha recomendado formas justas y sostenibles de satisfacer la demanda mundial de esos recursos esenciales para la revolución que entrañan las energías renovables.
Excelencias:
No hay duda de que los combustibles fósiles serán parte del pasado, pero no es tan claro que la transición vaya a ser justa y rápida.
Eso les compete a ustedes.
El año que viene, todos los países deberán presentar un nuevo plan nacional de acción climática ambicioso, es decir, nuevas contribuciones determinadas a nivel nacional.
Esas contribuciones deben combinar las estrategias energéticas, las prioridades de desarrollo sostenible y las ambiciones climáticas.
Deben ajustarse al aumento máximo de 1,5 grados, abarcar toda la economía y contribuir a cada una de las metas de la transición energética definidas en la COP28.
El informe de la Agencia Internacional de la Energía publicado hoy lo explica detalladamente.
Para 2035, en promedio, las economías avanzadas deben reducir las emisiones energéticas un 80 % y los mercados emergentes, un 65 %.
Los países del G20 son responsables del 80 % de las emisiones de todo el mundo.
Por tanto, deben dar el ejemplo y respetar el principio de las responsabilidades comunes pero diferenciadas y las capacidades respectivas a la luz de las diferentes circunstancias nacionales.
Sin embargo, es fundamental que este sea un esfuerzo conjunto en el que se mancomunen los recursos, las capacidades científicas y las tecnologías asequibles de eficacia comprobada para que todos estén en condiciones de cumplir esas metas.
Me honra colaborar estrechamente con el Sr. Lula, Presidente del Brasil, quien preside el G20 y acogerá la COP30, para que logremos el grado máximo posible de ambición, aceleración y cooperación. Acabamos de reunirnos con ese propósito.
Las finanzas son fundamentales.
La COP29 está a la vuelta de la esquina.
Es fundamental que la Conferencia acuerde un nuevo objetivo de financiación significativa.
También necesitamos un fondo de pérdidas y daños que esté a la altura del problema, además de que los países desarrollados cumplan sus promesas en cuanto a la financiación destinada a la adaptación.
Y, de una vez por todas, debemos aventurarnos a cambiar radicalmente esta situación disparatada.
Seguimos recompensando a quienes contaminan para que destrocen el planeta.
El sector de los combustibles fósiles sigue embolsándose enormes ganancias y subsidios, mientras la gente debe asumir el costo de la catástrofe climática, desde el aumento de las primas de los seguros hasta la pérdida de medios de subsistencia.
Hago un llamamiento a los países del G20 para que, en lugar de destinar dinero a subsidios e inversiones en los combustibles fósiles, lo utilicen para financiar la transición energética justa;
Para poner un precio efectivo al carbono;
Y para incorporar fuentes nuevas e innovadoras de financiación, como impuestos solidarios a la extracción de combustibles fósiles, instituyendo mecanismos jurídicamente vinculantes y transparentes.
Todo eso, para el año que viene y teniendo en cuenta que quienes se consideran culpables deben hacerse cargo del costo.
Quienes contaminan deben pagar.
Excelencias:
El rápido auge de las nuevas tecnologías supone otro riesgo existencial imprevisible.
La inteligencia artificial cambiará casi todo lo que conocemos: desde el trabajo, la educación y la comunicación hasta la cultura y la política.
Sabemos que avanza con celeridad, pero ¿sabemos dónde nos lleva?
¿Traerá más libertad o más conflictos?
¿Logrará un mundo más sostenible o desigualdades mayores?
¿Estaremos mejor informados o seremos más fáciles de manipular?
Un puñado de empresas e incluso particulares ya han acumulado un enorme poder en el campo de la inteligencia artificial, prácticamente sin rendición de cuentas ni supervisión por el momento.
A menos que esté sujeta a un sistema de gestión mundial, la inteligencia artificial podría derivar en divisiones artificiales en todos los ámbitos —una gran grieta de la que surjan dos Internet, dos mercados, dos economías— en la que cada país se vea obligado a elegir un lado, lo que tendría enormes consecuencias para todos.
Las Naciones Unidas son el foro universal de diálogo y consenso.
Por tanto, están en una posición única para promover la cooperación en materia de inteligencia artificial, sobre la base de los valores de la Carta y del derecho internacional.
El debate internacional tendrá lugar en este entorno, o no tendrá lugar.
Celebro las primeras medidas importantes.
Dos resoluciones de la Asamblea General, el Pacto Digital Global y las recomendaciones del Órgano Asesor de Alto Nivel sobre Inteligencia Artificial pueden sentar las bases para impulsar la gobernanza inclusiva de la inteligencia artificial.
Avancemos juntos para hacer de la inteligencia artificial una fuerza positiva.
Excelencias:
Nada es eterno.
Pese a que uno de los rasgos de la vida humana es que parezca lo contrario.
Pareciera que el orden actual es inalterable.
Hasta que ya no lo es.
Vemos que, a lo largo de la historia de la humanidad, se erigen y caen imperios, se desmoronan viejas certezas y surgen cambios de paradigma en los asuntos mundiales.
Nuestro rumbo actual es insostenible.
Por el bien de todos, debemos gestionar las catastróficas transformaciones que observamos, elegir el futuro que queremos y guiar al mundo hacia ese objetivo.
Muchos han dicho que hoy las diferencias y divisiones son demasiado grandes.
Que es imposible que nos unamos en aras del bien común.
Todos ustedes demostraron que no es cierto.
La Cumbre del Futuro demostró que, si hay espíritu de diálogo y avenencia, podemos aunar esfuerzos para encausar al mundo por una senda más sostenible.
No es el final.
Es el inicio de un recorrido, una brújula en medio de la vorágine.
Sigamos avanzando.
Avancemos para que haya menos impunidad y más rendición de cuentas... menos desigualdad y más justicia... menos incertidumbre y más oportunidades.
Los pueblos del mundo nos están mirando, y las generaciones venideras nos juzgarán por lo que hagamos.
Hagamos lo posible por que nos encuentren defendiendo la Carta de las Naciones Unidas ... los valores y principios compartidos... y el lado correcto de la historia.
Muchas gracias.